La música ha sido parte de la educación obligatoria desde el inicio de la escuela moderna, en el siglo XIX. Sin embargo, no es lo mismo que formar una economía basada en la producción de bienes industriales similar a la que existía entonces y otra basada en la producción y distribución del conocimiento, como lo es hoy. Formar una forma en el contexto de un estado-nación no es lo mismo que vivir en un mundo global donde esos estados se diluyen en las macroestructuras que los componen y donde reside un ciudadano nacional con ciudadanía global digital y de tipo cosmopolita. Frente a estos cambios, sorprende lo ocurrido con la educación musical escolar. Partiendo de la premisa, basada en datos empíricos, de que la educación musical en las escuelas no ha cambiado radicalmente como consecuencia de tales cambios, este libro pretende averiguar, a través de siete estudios de caso realizados en escuelas e instituciones de España, cuál podría ser un lugar de la música en la escuela, para que responda a las nuevas demandas educativas, sociales, económicas y culturales de nuestro tiempo. Y la respuesta la encontramos en las propias escuelas, que, por una razón u otra, pueden verse como ejemplos de “buena práctica docente” en educación musical, es decir, educar música y música.