La doctrina ética de Tomás de Aquino permanece desconocida. Poco después de su muerte, la Inquisición de París criticó algunas de sus tesis originales, y estas críticas se repitieron poco después en la Inquisición de Oxford. Fue restaurada por el Papa Juan XXII, pero los siglos XIV y XV fueron dominio de autores nominales como Juan Duns Scoto y, un poco más tarde, Juan de Gerson, Conrado de Summenhart, Jacobo Almain o Gabriel Biel. La corriente conocida como Segunda Beca Española continuó reflejando mucho, aunque hubo que hacer muchas salvedades y excepciones. Baste decir ahora que cayó en la metafísica exasperada de Gabriel Vázquez de Belmonte o Luis de Molina, u otro en la nomenclatura de Francisco Suárez. Como se ve comúnmente en la línea continua de la Escolástica que termina en Suárez, la doctrina de Thomas está muy deformada. Además, quienes se ocuparon de Tomás de Aquino en esta época no tuvieron en cuenta, en general, solo una de sus obras, la Suma Teológica y, sin embargo, su sector. Es necesario contrastar los textos de Thomas con los de otros estudiosos para comprender el contexto de la contribución de Aquino, que, por su doctrina extrema, independientemente de los mandatos o mandatos, era demasiado compleja para la mayoría de los estudiosos de la época.